Por Sofía Soler
Cuando vi por primera vez la escena con la que abre "La chaqueta metálica" (1987) de Stanley Kubrick, la brutalidad del sargento Hartman y las caras patéticas de los reclutas Bufón, Cowboy y Patoso me parecieron lo más gracioso que había visto en mucho tiempo. O yo estaba enferma o algo pasaba porque no tenía a Kubrick por el rey del humor o, al menos, de mi sentido del humor. Cuando el film terminó, caí en la cuenta que todo era parte del juego del director y su maestría para que la misma instrucción del sargento me pareciera graciosa y patética en un principio, pero extremadamente cruel e inhumana al final. El método del sargento Hartman no había cambiado, pero yo (como espectadora) y los reclutas, sí. En "La chaqueta metálica" no se recrean en una guerra brutal, sino en la instrucción necesaria para que un pelotón de jóvenes e ingenuos paletos sean luego máquinas de matar en la selva de Vietnam. Un ejército demente del que, dicho sea de paso, no faltan los ejemplos.
Cuando vi por primera vez la escena con la que abre "La chaqueta metálica" (1987) de Stanley Kubrick, la brutalidad del sargento Hartman y las caras patéticas de los reclutas Bufón, Cowboy y Patoso me parecieron lo más gracioso que había visto en mucho tiempo. O yo estaba enferma o algo pasaba porque no tenía a Kubrick por el rey del humor o, al menos, de mi sentido del humor. Cuando el film terminó, caí en la cuenta que todo era parte del juego del director y su maestría para que la misma instrucción del sargento me pareciera graciosa y patética en un principio, pero extremadamente cruel e inhumana al final. El método del sargento Hartman no había cambiado, pero yo (como espectadora) y los reclutas, sí. En "La chaqueta metálica" no se recrean en una guerra brutal, sino en la instrucción necesaria para que un pelotón de jóvenes e ingenuos paletos sean luego máquinas de matar en la selva de Vietnam. Un ejército demente del que, dicho sea de paso, no faltan los ejemplos.
Con la recién estrenada "El juego de Ender", adaptación de la relevante obra de ciencia-ficción de Orson Scott Card, no han parado las referencias a películas de Kubrick como la citada "La chaqueta metálica" o "2001: Odisea en el espacio" (1968). Precisamente, la película muestra la instrucción de un niño superdotado (Asa Butterfield) para la guerra contra extraterrestres. En ella, el tinte fascista llevado por Harrison Ford, que interpreta al instructor, está dando que hablar. La cinta, aunque protagonizada por un niño, no está tan orientada para el público infantil por su carga de violencia (y que conste que violencia no tiene que ser sinónimo de sangre). Ford, a propósito de esto, afirma que es ideal para ver en familia y que invita a la reflexión también de los más pequeños. "Es un mensaje universal, como demuestra el hecho de que el libro haya sido visto como una parábola pacifista y, al mismo tiempo, sea una lectura que la Marina recomienda a sus cadetes", añade.
La excusa de la reflexión no ha convencido a todo el mundo. Los defensores del libro arremeten con la espectacularidad de la película que resta relevancia y profundidad al dilema ético que se plantea. Es decir, puede el espectador la vea como cualquier película de acción en la se puede dejar la mente en blanco y así se le cuelen más de una idea poco pacífica. No obstante, la principal polémica viene dada por el autor. Orson Scott Card ha expresado más de una vez su intolerancia hacia la homosexualidad (homofobia, vaya), lo que ha provocado que varias asociaciones gays hayan llamado a boicotear la película. Al parecer la mayoría ha preferido separar la obra en sí misma de las declaraciones del tipo "el matrimonio homosexual marca el fin de la democracia en América", la homosexualidad es una "una trágica confusión genética" o una "enfermedad mental", que han sido expresadas por el autor. "El juego de Ender" recaudó 27.017.351 dólares en su primer fin de semana en Estados Unidos.
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